PLAYA
El
ocaso,
con
su fuego impreciso
cobija
los
escombros de la luz
bajo
la resina
recóndita
del
mar
y
entre las olas,
barricadas
de espuma,,
la
mirada
perpetua
del sol
descubre
vestigios
de caballos insomnes
y
magnolias de ámbar.
Sentada
sobre
la arena
recorto
con mi dedo índice
las
nubes que,
en
el cielo,
semejan
insectos
fabulosos.
La
noche
tatuada
de islas
saca
de su morral
viejas
constelaciones,
guirnaldas
de perfumes,
ajorcas
de plata húmeda,
calamares
de sal,
peces
inmóviles.
El
agua
lame
mis pies,
voy
a tu encuentro,
descalza
por la arena
preñada
de rocío,
sobre
una
alfombra leve
regada
de presagios
y
planetas desnudos.
Ana María Garrido