viernes, 27 de noviembre de 2009

CONCIENCIA DE LA LUZ

Del pasado infructuoso,
voraz,
irrefutable,
sólo conservo
la remota conciencia
de la luz,
el azur que convive
con la callada mácula
del tiempo que se funde,
se funda,
se fusiona
feroz,
desaprensivo,
errático,
mutable,
sin alas,
sin cadenas,
sin espejos sedientos
de imágenes fugaces,
a estribor de la tarde
y su tácita muerte
ataviada de sombras
en las copas del viento.

El vino de los días
trae su propio augurio,
su profecía exacta,
su secreto más hondo,
la fútil complacencia
de los años
y su arcana
razón de pertenencia.

Cuando llega la noche
a celebrar sus bodas
de sombra penitente,
la memoria impiadosa
libera los fantasmas
con sus puñales ávidos,
sus pieles de borrasca,
el agobio
de sus ojos desnudos.
Encallan
su navío tenebroso
en las aguas del sueño
para que la vigilia
sea un puerto ilusorio
con dársenas de llanto.


Ana María Garrido