viernes, 27 de noviembre de 2009

CONCIENCIA DE LA LUZ

Del pasado infructuoso,
voraz,
irrefutable,
sólo conservo
la remota conciencia
de la luz,
el azur que convive
con la callada mácula
del tiempo que se funde,
se funda,
se fusiona
feroz,
desaprensivo,
errático,
mutable,
sin alas,
sin cadenas,
sin espejos sedientos
de imágenes fugaces,
a estribor de la tarde
y su tácita muerte
ataviada de sombras
en las copas del viento.

El vino de los días
trae su propio augurio,
su profecía exacta,
su secreto más hondo,
la fútil complacencia
de los años
y su arcana
razón de pertenencia.

Cuando llega la noche
a celebrar sus bodas
de sombra penitente,
la memoria impiadosa
libera los fantasmas
con sus puñales ávidos,
sus pieles de borrasca,
el agobio
de sus ojos desnudos.
Encallan
su navío tenebroso
en las aguas del sueño
para que la vigilia
sea un puerto ilusorio
con dársenas de llanto.


Ana María Garrido

miércoles, 21 de octubre de 2009

LOS CAMPANARIOS- cuento de Ana María Garrido

"Si no levantas los ojos, creerás que eres el punto más alto". ANTONIO PORCHIA

Olvidaron el canto. Mataron al pájaro de las plumas azules porque olvidaron el canto. Lo colgaron de un pino silvestre, lo quemaron en una hoguera de niebla, le arrojaron dagas de fuego en el crepúsculo o algo así. Lo cierto es que lo mataron porque olvidaron el canto.
Olvidaron la música. Destruyeron la flauta mágica de los nueve orificios porque olvidaron la música. La partieron en dos, la arrojaron a la hoguera junto al pájaro, la dejaron caer en el mar o algo así. Lo cierto, es que la destruyeron porque olvidaron la música.
El pájaro de las plumas azules, muerto ya, fue a morar del otro lado del espejo, lugar reservado para las almas que no tienen culpa.
La flauta mágica de los nueve orificios, la única flauta con alma -era su alma la que brotaba en cada soplo de viento-, destruida ya, fue a morar del otro lado del espejo, lugar reservado para las almas con música.
El pájaro de las plumas azules sopló y la flauta se quejó con una voz pequeña... La música dibujó abejas transparentes.
Entonces, el pájaro pidió un deseo. Quiso tener plumas de cristal que no se rompieran ni siquiera con el vuelo más frenético. Le fue concedido.
El pájaro movió sus alas. Quedó maravillado. De sus plumas de cristal brotaba una música de campanario encantado. El pájaro movía sus alas y las campanas de sus plumas echaban a volar aquella música. El pájaro voló de júbilo y el aire del espejo se llenó de campanarios azules.
En tanto, en la tierra, los que olvidaron el canto, los que olvidaron la música siguieron matando pájaros. De nueve en nueve los mataban. Uno por cada nota de la flauta. Cada tarde mataban nueve pájaros. Los colgaban de un pino silvestre, los quemaban en una hoguera de niebla, les arrojaban dagas de fuego en el crepúsculo o algo así.
Lo cierto es que, si la primera muerte les dio pena, las sucesivas muertes se volvieron un rito. El aire de la tierra se fue quedando solo. Y todo era silencio. Era un silencio oscuro, un silencio triste.
Los que olvidaron el canto, los que olvidaron la música se dedicaron a cultivar los campos. Pero el silencio los volvía áridos y nada sacaban de los campos.
Los que olvidaron el canto, los que olvidaron la música se dedicaron a la pesca. Pescaban internándose en el mar. Pero el silencio ahuyentaba a los peces. Y nada sacaban del mar.
Siguieron matando pájaros. De nueve en nueve los mataban, uno por cada nota de la flauta. Cada tarde mataban nueve pájaros. Hasta que vaciaron el aire de pájaros. El silencio se volvió espeso. El silencio se volvió áspero. El silencio pesaba tanto que les doblaba las espaldas.
El aire del espejo temblaba de campanas. Y he aquí que celebraron consejo. Entonces, tuvo lugar la venganza de los pájaros. Tras una nota de la flauta, el azogue se corrió como una pesada cortina de plata y los dejó pasar.
El aire de la tierra tembló de campanadas. La tierra toda se estremeció en una enorme campanada azul.
Los que olvidaron el canto, los que olvidaron la música por primera vez tuvieron miedo. De uno en uno los iban matando los pájaros. Los inundaron de música. Los ahogaron de música. Hasta que la tierra quedó vacía de hombres. Y los pájaros, por primera vez, tuvieron frío. Los pájaros, por primera vez, se sintieron solos.
Con una nota de la flauta volvieron a poblar la tierra. Pero estos hombres no eran como aquellos. No era sangre lo que corría por sus venas: era música.
Los hombres amantes del canto comenzaron a construir sus casas en los árboles. Pero los pájaros ya no volaban. Cómo volar sin hacerles daño. Cómo volar sin ahogarlos de campanas.
Hasta que un día, los pájaros lograron con sus alas hacer una música absoluta. Que se parecía al silencio, pero era un silencio hermoso. Era un silencio mágico.
Los pájaros volvieron a volar por el aire de la tierra, y los hombres amantes del canto se sentaban en los parques y en las plazas para escuchar aquel silencio mágico que brotaba de las alas de los pájaros.
Durante la noche, a veces, algún pájaro deja volar por error alguna campanada nostálgica. Y los hombres amantes del canto, que no conocen la historia, se encogen de hombros y dicen que es el viento.

domingo, 17 de mayo de 2009

"Nadie es luz de sí mismo: ni el sol." Antonio Porchia (De su libro "Voces")

EPIDERMIS

Es imposible atrapar
el humo despoblado,
ahuyentar los fantasmas
diseminados en las calles desnudas,
acallar a los testigos ciegos
que palparon el agrio territorio nocturno
y gritaron a quien quiso escucharlos
que el sueño es una trampa
semejante a la muerte.
No hay manera de auscultar
el corazón de las rocas sedientas
ni sujetar las hélices del viento
que huele a quemazón,
a selvas incendiadas,
a verano con piel de catapulta.
En los ataúdes del silencio
la distancia oculta a sus amantes
de cabellera exánime y dedos ancestrales
que destejen la lluvia.
La soledad esgrime sus sables ateridos.

Cuando el tiempo pregunta
por sus cosas perdidas,
sus papeles secretos,
su desdentada música
el latido impreciso de los viejos relojes
arrumbados en el fondo del mar
despierta a los volcanes olvidados
en inhóspitas islas
y cubre la epidermis del planeta
con su grave mortaja de diluvio.


Ana María Garrido

miércoles, 25 de marzo de 2009

LA REBELION CONSISTE EN MIRAR UNA ROSA HASTA PULVERIZARSE LOS OJOS

"Una mirada desde la alcantarilla puede ser una vision del mundo. La rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos." Alejandra Pizarnik

EL OASIS Y EL PARAMO

¿Dónde encontrar
el eje de la vida
si todo está cumplido?
¿En el agua?
¿En las rocas?
¿En la simiente grave?

¿En el secreto peso de la luz
sobre tus párpados
recién tatuados por la luna?

No hay plegaria
que exceda los límites
de tus cuatro paredes temerosas
que el insomnio tapiza con sus lágrimas,
si no pones en ella
el fuego perenne de la Gracia.

Tres golpes en la puerta
no significan
que ha arribado el que esperas.
La luz en tu ventana
no es,
necesariamente,
el alba rumorosa
ni un farol en la noche desvelada.

Cada camino lleva consigo
el triunfo y la derrota,
el oasis y el páramo,
tu voz y tus silencios
en perpetua armonía.

No permitas
que el amor se consuma
como el agua dolida de una acequia
cuando arrecia el verano.

No hay certeza más honda
que el alma que te habita.

Ana María Garrido

jueves, 1 de enero de 2009

LAS VOCES INFINITAS

No perturbes el sueño
con su avío,
su siembra,
sus dólmenes,
sus dogmas,
su fervor de verbena,
de paraíso intacto,
de arcilla,
de arboleda.
La inquietud no se fuga
como el humo sumiso
ni alimenta los pájaros
que profanan el viento,
el pan deliberado,
las semillas amargas,
los insectos,
el fuego.

El tiempo
que es monarca,
mendigo y alfarero
fatiga con sus grillos
el tedio de los puentes,
la pulpa del ocaso,
su secreto más hondo,
la íntima memoria
de lejanas batallas
libradas contra el miedo.
Es el dolor de ser,
de perpetuarse
en el leve linaje de la espiga,
en el áureo
retablo de los días
y su bagaje de voces infinitas.
Ana María Garrido

TODOS POR LA PAZ

¡PAZ PARA EL MUNDO!

"La muerte de cada ser me disminuye, porque yo formo parte de la Humanidad.Por eso, no preguntes por quién doblan las campanas. Están doblando por tí." Johnn Donne


HOLOCAUSTO

Respiramos
los mismos
vicios acorralados
que hace miles de años.
Los vetustos espejos
cercados por la noche
perdieron hace siglos
memoria de las formas.
Fantasmas polvorientos
subastan sus chaquetas,
sus enaguas, su hastío
en agónicas ferias
pobladas de gemidos.
Silencio aguijoneado.
Agobio de las flores.
Con paciencia de liquen,
el sol recoge el polen
de plantas venenosas.
De los trenes
descienden pasajeros de humo.
En los andenes quedan, adustas,
sombras de los ausentes,
los que nunca han viajado,
los que no regresaron.
Los que echaron
sus almas y sus cuerpos
abrumados de olvido
a la hoguera
feroz del holocausto.
Ana María Garrido