viernes, 9 de mayo de 2014

PLAYA

El ocaso,
con su fuego impreciso
cobija
los escombros de la luz
bajo la resina
recóndita
del mar
y entre las olas,
barricadas de espuma,,
la mirada
perpetua del sol
descubre
vestigios de caballos insomnes
y magnolias de ámbar.
Sentada
sobre la arena
recorto con mi dedo índice
las nubes que,
en el cielo,
semejan
insectos fabulosos.
La noche
tatuada de islas
saca de su morral
viejas constelaciones,
guirnaldas de perfumes,
ajorcas de plata húmeda,
calamares de sal,
peces inmóviles.
El agua
lame mis pies,
voy a tu encuentro,
descalza por la arena
preñada de rocío,
sobre
una alfombra leve
regada de presagios
y planetas desnudos.

Ana María Garrido